Recuerdo perfectamente cómo habéis ido creciendo.
Al nacer, llorasteis.
Casi sin darme cuenta, empezasteis a balbucear. Supe que habían pasado unos meses.
De repente, un día dijisteis «Papá». Supe que había pasado más de un año.
Llegó una etapa en que todo fueron preguntas: «¿Qué es aquello? ¿Cómo se hace esto?» Supe que estaba disfrutando de vuestra infancia.
Después llegó la etapa de las dudas: «¿Seguro que es así, papá?» Supe que ya estabais en la adolescencia.
Más adelante, hubo una etapa sin preguntas, porque nuestros horarios no coincidían, en especial por las noches y por las mañanas. Supe que estabais disfrutando de vuestra juventud.
Por último, llegó la señal definitiva, cuando dijisteis por primera vez: «Papá, no tienes ni idea». Entonces supe que ya erais adultos.
Y me sentí feliz por vuestro triunfo.