Te oigo sin escucharte porque formas parte
de mí.
Tu voz se convierte en la mía y vuelve a ti
con un presente:
la melodía de un susurro que es un
sueño asido inalcanzable.
El tiempo nos rodea sin agobio, su paso me indifiere
relajado.
Las palabras se ponen a nuestro servicio,
sabemos que la eternidad se nos dedica.
Dibujo itinerarios de sombras delicadas sobre luces apagadas
o encendidas según el ritmo de un sol independiente.
Tengo todo el tiempo del mundo para soñarte
para recorrer recodos y recovecos cien veces repetidos,
mil veces descubiertos, definitivamente atemporales por
preciosos.
Tengo tiempo eterno para este amor definitivo.
Muchacha cierta definida sobre nieblas y contrastes
que superas la mañana naciente de maquillajes sutiles,
el mediodía sonoro de destellos impertinentes,
la tarde sosegada como otoño de diario
y la noche rezongante derrotada por el hastío: