viernes, 8 de febrero de 2013

Marea alta


Suavemente gira la que nadie abarloa.
El tolete erguido contempla en panorámica
los recuerdos grabados en la senda sobre el agua:
la boca de la ría, desde la marea baja,
las riberas de las arenas,
el puente colgante,
la dársena de las galeras
y los muelles, mientras subía.

El tibio aroma de la mar
arremolina en el fondo de la barca
los deseos insatisfechos, los recuerdos francos,
las risas,
los besos y las renuncias en espera de la parca.
Recorre tierno el buque, las regalas, las bancadas.
Contempla la barca en soledad
y sobrevuela la borda, ría arriba.

Nave sabia sin patrón, suspira por la mar.
Nadie la toca, nadie la amarra.
Volvió sola de la última singladura
tras vencer a una galerna traidora
que se cobró al marinero cejijunto.

Sobre una borda, un remo rompe el espejo del agua.
Sobre la otra, el escálamo huérfano 
rememora
la boca de la ría, 
casi tocando la proa
con la marea baja.
Suspira resignada, volverá a bajar con la marea,
volverá a ver las miradas tristes de los pescadores de siempre
que recuerdan al patrón.
Sentirá el deseo de sentir
las manos que se acercan,
no el de las que se detienen en el último instante
sin osar tocar la barca que no les pertenece.
“No”, quisiera gritar, “El patrón no volverá,
pero yo no soy culpable.
¡Castigad a la galerna, no a mí!"

Baja la marea, desfile de muelles insensibles,
dársena de las galeras,
puente colgante,
riberas de las arenas
y la boca de la ría
por la que nunca volverá a bogar,
aunque casi la toque con la proa
cuando la marea acabe de bajar.












Mar i barca. Óleo de Nicolau Raurich, hacia 1912.

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